martes, 1 de septiembre de 2009

Desencuentros




Cuando ella subía, él bajaba. Cuando ella soñaba despierta, él simplemente dormía. Cuando él entendía asegurarse de lo que sentía, ella titubeaba. Nunca terminaban de ponerse de acuerdo. Ambos dando vueltas eternas en una calesita que jamás dejaba de funcionar…
Ella caminaba entre la muchedumbre vistiendo el anillo que él le había regalado al finalizar la secundaria. No se lo sacaba ni para dormir. De vez en cuando, si la invadía una melancólica tristeza, con solo cuestión de mirar como el dorado eslabón brillaba en su mano, una sonrisa le salía del alma. Y recordaba, por supuesto, como en aquel grato e irrisorio momento en el día de graduación en el cual él le confesaba su eterno amorío, ella todavía no estaba segura si lo quería como amigo o algo mas que eso…
Dejaron de verse por dos años, y ella se dio cuenta de lo que sentía en ese lapso de tiempo. Lo buscó por todos lados pero no lo encontraba por ninguna parte. Cuando junto coraje y lo llamó a su casa, lo atendió una anciana y le dijo que esa familia ya no vivía mas allí.
Él había rehecho su vida con otra chica, pero jamás se había podido olvidar de su compañera de colegio. Besaba a una pensando en la otra y sufriendo por el supuesto amor no correspondido. Por la noche lo atosigaban sus recuerdos. Se preguntaba que habría sido de aquel añillo muestra de pasión y romance que le había puesto en el dedo aquella tarde primaveral en la que se despedían del secundario. Que bien le quedaba el Jumper. Sus piernas delgadas y perfectamente curvilíneas. Y ese beso que no se había concretado nunca…
Se toparon de pura casualidad, como llamándose con la mente y el pensamiento, cuando el débil sol de invierno se alzaba sobre los altos edificios de la urbe en la puerta de un Shopping. Él, en remera desafiando las bajas temperaturas salía de comprar un celular; ella abrigada hasta el cuello y titubeando congelada, entraba a comprar un regalo. Se cruzaron las miradas y ambos quedaron helados.
Tardaron más de media hora en elegir un lugar para tomar algo. Ella jugo, él café. Cuando él noto que el anillo aun seguía en su dedo anular, se tranquilizo. Ella abría sus ojos y lo inhibía fijamente. Él bajaba su visual concentrado más en la mugre del suelo que en lo que esa intensa mirada verdosa le trataba de decir. Charlaron como pudieron durante toda la mañana. Se despidieron con un beso apasionado. A él le temblaban los brazos, a ella las piernas. Quedaron en contacto vía e-mail.
Seis meses más tarde se casaban. Ella quería luna de miel en Brasil, él en el Caribe. Tiraron la moneda pero el presupuesto les dio para Mar del Plata. Ella quería un bebe, pero él no estaba seguro de poder ser un buen padre todavía. Ella deseaba casa con pileta y jardín, y él departamento en pleno San Telmo.
Convivieron durante muchos años sin encontrar un equilibrio ni nada que les genere satisfacción mutua. Pero existía algo indescriptible que los mantenía unidos como pareja. Cuando él quiso agrandar la familia, ella ya estaba menopáusica y con sus pechos caídos. En el momento en el cual él quería disfrutar su vejez en un lugar con verde árboles y sol, ella ya se había acostumbrado al tráfico de la cuidad y a tener todo cerca.
Mientras la noticias de la primera tarde anunciaban a un nuevo millonario de la lotería, ella se percató de que él no estaba roncando alto como lo hacia cada vez que dormía siesta. Se acercó y dio cuenta que estaba sin vida. Lloró afligidamente apretando su cuerpo y su ancianidad. Le puso ese anillo tan especial para que lo usara durante toda la eternidad. Lo enterraron en Chacarita.
Ella murió de tristeza ocho meses mas tarde, mientras bordaba un delantal y pensaba lo feliz que podrían haber sido juntos. Hubieran corrido por el universo. Hubieran tenido un amor afortunado. Hubieran podido divertirse. Antes de dar su respiro letal, ella pensó que la vida de dos personas podía estar plagada de desencuentros.
Su esposo le había pedido que la enterraran junto a él. Ella decidió que seria mejor que la cremaran y tiraran sus cenizas en el campo. La idea de ser consumida por los bichos bajo tierra le aterraba…

2 comentarios:

  1. Me gustó, pero es muy fuerte!!! Cuánta gente que vive sin darse cuenta que puede ser felíz a cada instante, sin pensar en "una vida mejor", sino disfrutando de esta, y de la gente que en ella vive y convive con uno. Gracias Tommy por hacernos pensar!

    Perico.-

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  2. Me encanto esta, una historia de pelicula romantica :)
    Te quiero
    Anto Vico

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