Una vez cuando era chiquito me perdí. Me encontraron dos
horas después en Haedo merendando con dos señoras mayores. Mamá casi se
infarta. Yo, tranquilo como si nada hubiera pasado. Jamás entendí porque un
matrimonio tiene que compartir la habitación, el baño, la cama. Las casas deberían
tener un espacio para cada uno, a pesar de estar casados. La mayoría de las
veces, el espejo no refleja lo que quiero ver. Y muchas otras tantas, lo que
creo ser. Sigo siendo muy auditivo, la música tiene la capacidad de
transportarme y hacerme explorar hasta mis grietas más íntimas. Recuerdo una
pelea fuerte de mis padres hace mucho tiempo. Se dijeron de todo. Se faltaron
tanto el respeto. En ese entonces entendí lo que no quería para mí. Puedo sentir
el perfume de mi nona y la textura de su mano suave y afable. Ha sido uno de
los báculos de mi vida sin duda. Amaba escuchar sus historias, me recordaban de
donde vengo. Siempre consideré que tendría que haber vivido en otra época. No he
encontrado mi lugar en el mundo aún. Se que una ciudad no es. Quizás solo un árbol,
rodeado de un inmenso océano verde, y el viento gentil sobre mi nariz. Siempre odie
las alturas, pero contrariamente en mis sueños más profundos vuelo por sobre la
gente, alto, muy alto. Miro todo desde arriba. Siento adrenalina, puedo
despegarme de todo lo que me ata. Pocas veces logro ser yo. Creo que prácticamente
nadie me conoce en realidad. He perdido la capacidad de llorar, aunque no de
conmoverme. Las campanas replican fuerte dentro de mí. Más pasa el tiempo, más
solitario me vuelvo. Amo dormir, me mantiene a salvo. En mi rodilla tengo la
cicatriz de cuando me caí de la bicicleta. Con el tiempo logre negociar con el
invierno de modo tal que lo disfruto demasiado. Pero el otoño acompaña mi
melancolía. Una vez intente hacer terapia. Me duró dos días. Lloré tanto que me
cuestioné si realmente tanto sufrimiento valía la pena. Cada día tengo menos
ego. Gratamente. Cada día soporto menos el ego en los demás. Soy conciente de
mis virtudes, y de mis limitaciones. Eso me hace estar muy en eje. Soy susceptible
a la mirada ajena. Sobre todo si es dañina. Me gusta la mañana pero disfruto la
noche. Es introspectiva. Por algo nací de noche. Hay años de mi vida
que he suprimido. Personas también. Debería ser menos rencoroso. Pero prefiero bien
lejos a la gente que me lastimó gratuitamente. Jamás me enamoré, intuyo que fue
solo obsesión. Fue kármico. Hubo un antes y después. Pero si tuve mi canción de
amor. La primera vez que escuche “Anyone” de Roxette supe que me marcaría. Amo caminar
mientras escucho música, es catártico para mí. En los recuerdos más dulces de
mi vida siempre están mi Madre y mi Nona. Es mágico saber que las dos mujeres
mas tiernas del mundo fueron parte de mi historia. Si tuviera que escribir un
libro sobre mis días, solo algunos lo entenderían. Conocí la muerte una vez. Quedé
absorto. Supongo que la próxima vez podré pactar con ella. Tengo pocos miedos. Uno
de ellos es el miedo a corromperme. A dejar de pensar en los demás. Todos creemos ya tener ganado un lugar en el
cielo. No lo suscribo. No me gusta hablar mucho de mi trabajo. No me gusta que me
pregunten. Nadie me llega en absoluto. A los 12 me atropelló un auto, yo venía
del kiosco, ni un raspón. Jesús me cuidó. Creo vehemente en su compañía. Cuando
le pedí, me escucho. Espero poder retribuírselo. Antes odiaba mi lunar en la mejilla izquierda,
hoy no me molesta. Tengo poquísimos amigos. Entre ellos Cecilia. Ella si me
entiende. Ni la distancia nos separa. Si tuviera buena voz, me la pasaría
cantando. Una vez cante en un Pub, ante más de 60 personas. Dijeron que afinaba
muy bien. La parte más linda del día es cuando llego a casa. No me veo llegando
a muy viejo. Pero no me voy a morir antes de concretar mis pretensiones. Desearía
controlar mis impulsos, pero la injusticia me supera. El tiempo pasa rápido. La
vida no se elije, se vive. Mis nervios repercuten en mi estómago, todo va a mi
panza. Jamás me operaron. Toco madera. Detesto las clínicas, sanatorios y
hospitales. Soy locuaz. Pero me cuesta poner en palabras el caudal de mis
emociones. Soy muchos dentro de mí. Creo que siempre sale el mejor de todos. La
mejor versión. Estoy entendiendo que las palabras dejan fisuras difíciles de
sanar. Hay personas que no volveré a ver. No quiero volver a dañar a nadie. Cuando apago
la luz, soy yo. Que curioso encontrarme en la oscuridad. Si la muerte es
oscuridad, ¿me veré integramente cuando muera?...
domingo, 21 de abril de 2013
domingo, 20 de enero de 2013
Angelito lila
Camino con la cabeza gacha
contando los pasos que me separan de mi amor. Cada vez la brecha se agudiza
más. Presagio un futuro solitario.
La saludo con los ojos apagados.
Perdido entre la gente en ese lugar, Me siento entre las flores marchitas. Las
hojas comienzan a caer por la llegada de los primeros fríos. Olor a madera mojada y a pasto húmedo. Y ella
enfrente mío. Su rodilla roza la mía. Me quedo mirando la comisura de sus
labios rosados y perfectamente diseñados que tantas veces supe mimar. En su
rostro yacía la mano de Dios.
Abstraído de la realidad. Nada
pasa alrededor. Me cuesta mirarle a los ojos. No conectamos. Como si no estuviéramos
allí. Tiempo de silencio, de dar vuelta la página y aceptar lo que acarrea el
destino.
¿Dónde ira el amor cuando la
fatalidad lo torna inexistente? ¿Habrá alguna manera de que nos sea restituido?
En algún lugar debe estar. Si tan solo se abriera una puerta, recorrería los
senderos más peligrosos para recuperarlo. Cruzaría los mares en plena
tempestad. Pasaría a través del fuego para volver a fusionarnos en uno solo, y
así volvamos a ser la esfera perfecta, completa, íntegra.
Por momentos y en un destello de
lucidez creo no hablarle a nadie. Tu imagen que se desvanece entre la nada, y
el todo. Trato de tocar tu mano. Áspera y fría como una piedra tallada. Hablo
continuamente como si estuviera loco. Te ruego que vuelvas a mí. No hay
respuesta.
Dejo en tus manos un ramo de
violetas, tus favoritas. Ya no huelen como antes. Se decoloran entre tus dedos
Tantos proyectos coartados. Tanto
anhelaba para nosotros dos. Obsequiarte un sol cálido y afable cada mañana.
Dejarte un beso de luna llena antes de soñar. Bailar bajo las gotas de lluvia,
sentir la furia del cielo pegar en nuestros cuerpos.
¿Dónde estas? Por que no
replicás. La tarde sabe a mudez. Me siento un estúpido hablándote solo.
Angelito lila, solo una contestación. No creo merecer esto.
Un par de tórtolas se posan sobre tu hombro. Blancas como la
paz. Danzan a tu alrededor. No te inmutas siquiera. El amor dentro de ti se va
contigo. Y con esa despedida todos mis preciosos sueños internos.
Una ventisca arrastra las
violetas lejos de nosotros. También se pierden entre el resto de las flores. En
un mundo tan frío, ¿hay algún dejo de esperanza? Respiro muerte.
Te levantás y te vas de mí. Te
esfumás entre mis dedos. Tu anillo queda tirado en el piso. Un gesto evocador.
Caminás hacia ese viejo Ombú entre la frigidez otoñal con tu vestido pálido,
como la nieve. Te despido llorando, Mis lágrimas parecen conmoverte poco. Con
cada paso tuyo más se fractura mi ánima. Las nubes gritan tu nombre
desesperadamente.
Me quedo tirado y apoyo la cabeza
sobre la roca. Labrada perfectamente. Veo tu nombre tallado. El hedor me marea, distorsiona nuestra última
melodía. Sin poder creer aún que nuestra historia tuviera fecha de vencimiento.
Crucifijos a mi alrededor, un
lugar lleno de lapidas. Preguntas sin respuestas. Vacíos sin llenar. Paisajes
desolados. Y tu cuerpo enterrado hacia el olvido, siendo consumido entre los gusanos
y ratas. Tu descanso toma forma de ataúd. Pesadillas de muerte y eternidad.
Solo quedo yo. Entre medio de ese
océano de llanto, navegando a la deriva.
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