jueves, 9 de diciembre de 2010

Fan




Cuando abrió el matutino y pudo constatar con sus propios ojos lo que se le presentaba en el papel sintió una arritmia fascinante que invadía todo su cuerpo. Se frotó los ojos y se quedó contemplando aquella imagen varios minutos más. Un mundo de sensaciones se dilataba dentro suyo hasta hacerlo explosionar. Se acercó al almanaque y comenzó a tachar días. Boquiabierto se miraba al espejo tratando de entender como semejante milagro comenzaba a recorrer el camino hacia la concreción.

Prendió el televisor, y efectivamente esa nota periodística tomaba vida dentro de la pantalla. El anuncio de la llegada era inminente. Alguien garantizaba que el 5 de abril seria una verdadera fiesta. Noticias como estas hacían que uno pudiese sentir verdadera grandeza, como si el espíritu saliera del cuerpo llegando a lo alto del cielo y alcanzando la vibración de cada uno de los rayos del sol.

Dejo atrás aquellos días plagados de “adiós”, e impulsado por la melodía más pujante y penetrante salió corriendo hacia las calles transitadas de aquella cuidad estresada. Su cabeza no dejaba de tramar, de tejer y enhebrar deseos tan sentidos. Era una invasión de pensamientos que terminaban contaminando visualmente su cerebro, y una continua intermitencia en su respirar.

Corrió desesperado entre los autos, árboles y gente. El sol pegaba fuerte sobre el asfalto y el aroma urbano sabía a esperanza. De repente todo se tornaba colorido. Rememoró aquellas épocas de rebeldía y subversión joven en la cuales todo estaba permitido. Y si bien mucho tiempo había pasado desde ese entonces, era casi sorprendente volver a sentir con la intensidad de un adolescente. Como si ese cúmulo de sensaciones almacenadas en lo más profundo de su ser, detonaran repentinamente de modo indisciplinado rogando salir a la superficie.

El corazón también tiene memoria. Volver a creer. Permitir sentir nuevamente con la ingenuidad y transparencia que solo los fieles pueden concebir. Cuando una emoción es legítima ni siquiera el atroz paso del tiempo puede destruirla. Un impulso arremetedor, una conexión con nuestra esencia que no puede ser explicitada en palabras, una huella del pasado, una parte de la historia, la canción que engalanó nuestro cuento de amor…

Por fin llegó hacia su destino tan añorado. Parado inmóvil delante del cartel inmenso que brillaba entre el pálido gris urbano, se animó a llorar. Una gigantografía que acreditaba lo grandiosos que eran, un estadio conmovedor aguardando por el gran momento, y una boletería ya repleta de gente. Pensó que en algunas películas los protagonistas cumplían sus sueños imposibles. Decidió entonces, empezar a escribir su historia.

Caminó hacia la luz del atardecer veraniego con su entrada en mano y su sonrisa a cuestas. Con el regodeo que solo los soñadores incansables pueden llegar a sentir. Con el sabor a victoria que solo los más leales pueden lograr deleitar…

martes, 19 de octubre de 2010

Amor bohemio



Sabía que no era dueña de nada. Que esta noche sería una más de las tantas: apasionadas, ilustres, ideales, carnales. Hay noches que se engalanan en gloria, mientras que otras solo se cubren de lluvia y se evaporan en el olvido.

Brisa veraniega. Amor bohemio. Las cortinas blancas volaban por la habitación. Él, con su desnudez, se ubicó frente al piano. Medio hombre, medio oscuridad, comenzó a sentir intrínsecamente el sonido de las teclas entre sus dedos, Mirándola fijamente le susurró al oído la canción más enternecedora que jamás había escuchado y volvió a llenarla de besos. Se tiraron en el balcón y lo hicieron nuevamente bajo la luz de la luna. Prendieron marihuana y se dijeron sobre sus vidas.

Cada palabra pronunciada salía del corazón. Que bueno es poder hablar cuando no hay un verdadero compromiso de por medio. Como si lo dicho quedara flotando inciertamente en un aire efímero. Sin necesidad de dar demasiadas explicaciones, sin el apuro de tener que demostrar nada. Ambos sabían que junto con la irrupción del día, el genuino hechizo se rompería, para volver a convertirlos en dos perfectos desconocidos buscando su lugar bajo la luz del sol.

Se miraron y sintieron chocar sus labios. Sus manos volvían a descubrir cada rincón clandestino de sus cuerpos. Llenaron la bañera de cerveza y dejaron que la libido sexual hable por su propia cuenta. Se emborracharon de sexo, nada más sensual que una piel fogosa emanando sudor con sabor a alcohol. Intensa conexión. Dos envases que se encuentran y viven un amorío de tan solo horas, con la luz de la luna como única cómplice.

Pusieron jazz y se practicaron sexo oral mientras bailaban frente al espejo. Sin prejuicios. En total libertad sexual, emulando amarse. Compartieron sandía fresca de la misma boca, se besaron hasta dejar el plato vacío. Volvieron a contarse sobre sus miedos y sus ambiciones. Se emocionaron y dejaron que sus ojos lloren en completa paz.

Ella lo rodeó con sus brazos de porcelana, y se quedó dormida contando ovejas. Sabía perfectamente que al despertar, cual historia de Cenicienta, ese torso aterciopelado se convertiría en su almohada de plumas, sin dejar rastro alguno sobre las sábanas de la cama. Y esa noche de estrofas y versos románticos quedaría para siempre como un recuerdo que, seguramente, la luna jamás olvidaría…

sábado, 2 de octubre de 2010

El mar jamás había estado tan brillante



El mar jamás había estado tan brillante como la tarde hoy. La luz del sol sobre el agua transparente reflejando un firmamento sonriente y lleno de luz. Caminamos por la playa a paso lento, pero preciso. Tus pies junto a los míos, guiándome sin rumbo fijo. Nada más importa. Tu cabello danza con el viento veraniego y tu sonrisa blanca y sanadora ilumina mis ojos. El sonido de las gaviotas volando cerca de nuestras cabezas, y la música de las olas rebeldes sobre el acantilado. Como si no me quisieras dejar ir, tus dedos me aprietan fuerte las manos, permitiéndome olvidar lo fríos que estaban la última vez que los había tocado. Todo es paz alrededor nuestro.

Nuevamente juntos tu y yo, siempre supe que volverías a buscarme. Fue tan triste para mí aquella mañana de invierno. Me miraste fijo, y con toda la angustia que implicaba, decidiste decirme adiós. El cielo lloró nuestro distanciamiento. Llegué a la casa vacía y sentí tu perfume flotando en el aire. Y venere nuestro amor. Comprendí que había lazos que nunca podían erosionarse, ni aún con el paso despiadado de tiempo. A veces el destino puede transformarse en un enemigo cruel.

Arena tibia, testigo de nuestro andar. Nuestros pies van dejando huellas a lo largo de la costa. El paisaje del mar solo para nosotros dos. Con cada paso hacia delante, la gente de alrededor va desapareciendo. Dos corazones que laten juntos hacia la felicidad plena. Una brisa con sabor a arena quemada acaricia cortésmente nuestros cuerpos. Y nuestro caminar perenne hacia un horizonte lleno de colores.

El mar jamás había estado tan brillante como la tarde de hoy. El aire huele a sal. Tu compañía me devuelve integridad. Te veo tan nítidamente a mi lado y descubro que la luz que irradias es tan fuerte como la del sol. Haces brillar el océano como nadie antes había podido hacerlo. Me froto los ojos una y otra vez, tu cuerpo se abre enteramente hacia el cielo inmenso. Pierdo noción del tiempo y el espacio. Me siento tan libre como un ave. Me aferro a tu pecho como lo hice por primera vez al salir de tu vientre y me quedo acurrucado entre tus brazos. Ojala nadie me arrebate de aquí. Tu luz me invade y me permite ver la verdadera certeza. Dejamos de ser dos para transformarnos en uno. Me expando hacia la totalidad sin dejar de sentir tu esencia pegada a mí. Calma. Serenidad. El mar jamás había estado tan brillante como hoy, y yo jamás me había sentido tan completo y en libertad.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Agua de lluvia



El cementerio vestía tormenta aquella triste mañana de domingo. Nubes grises sobre ambos féretros. Negro luto en el cielo, y en la superficie también. Zapatos manchados de barro, verde sin vida, flores marchitas muriendo en soledad, y gusanos hambrientos de carne humana destinada a pudrirse en el abandono. El aire sabe a lamento. Un lúgubre paisaje de árboles grises yendo y viniendo al son de una incesante brisa otoñal, engalanando claramente el peor momento en la vida de aquella pequeña. Agua de lluvia entremezclándose con ese mar de lágrimas.

Ambos cuerpos reposando en total quietud dentro de esas aborrecibles cajas de madera. Sin palabras que pudieran explicar semejante disgusto. Como hacerle entender a una inocente criatura la rebeldía de un destino empecinado en arrollar justo en el mismo día la vida de sus dos papás. Luz de luna llena reflejando un descolorido paisaje de crucifijos cómplices de aquel entierro. Y agua de lluvia deslizándose sobre ambas lápidas clavadas en el suelo.


No más luz de sol reflejada en su rostro ingenuo, no más voces de alivio en sus noches de miedo a la oscuridad, no más cuentos mágicos antes de dormir. Desconsuelo extremo para aquella niña. Las plegarias fatídicas de un sacerdote vestido de negro, con su rostro plagado de arrugas, y una biblia deshojada en sus manos. Con cada relámpago, su mirada mortífera y desalentadora, se fundía entre la multitud. Agua de lluvia empapando el retrato de una figura opaca que la acompañaría toda su vida.

Gritos de exasperación. La tierra mojada hambrienta de furia, se va comiendo los ataúdes. El dolor protagonista de la escena. Sin lugar donde escapar. Caen las hojas de los árboles. Cae la noche. Cae la lluvia. Frió en sus piernitas, abrazos sin consuelos. Nada más que perder. Las cartas echadas, vuelan alto, se van con el viento. Desdibujan y confunden al destino. Nada más por hacer. Poderosa agua de lluvia con sabor a despedida, borrando cruelmente recuerdos, escurriéndose entre el dolor injustificado y gratuito. Perder lo que más se ama.

No hay poder más grande, que el poder del adiós.

lunes, 30 de agosto de 2010

Jamás amada


Afirmó el candado de la valija con ímpetu y guardó su pasaporte en el bolsillo interno de la campera de gabardina importada. Un sorbo más de whisky antes de cerrar la puerta y marcharse para siempre de aquí. Con respiración acelerada pero profunda, y contemplando fijamente el piso de parquet recién pulido me preguntó por última vez si tenia algo que decir antes de separarnos. El tiempo se detuvo. En ese momento no hablé. Que de mi boca no haya brotado una sola palabra para él era vacío en estado puro, pero para mí, todo. Opté por guardarme el llanto, simular que podía manejar la situación. Él, preso del estigma de hombría, intentó no llorar. Pero su tristeza era tan aguda que al final se quebró. Y me quede con mi verdad, con ese lema, de que muchas veces el silencio ayuda a apaciguar el dolor, a preservar esos lazos mágicos que se gestan inintencionadamente entre dos individuos.

De ningún modo especulé que el amor podía llegar a ser tan desalmado. Que sentir desde las entrañas involucrara conectarse con el martirio y la penitencia. Cómo podía ser que una emoción tan vertiginosa, funcionara como dolor. Evidentemente no encajé en su vida tan perfectamente ordenada y estructurada. Yo, que irrespetuosamente jamás había cuajado en la mentalidad o el entendimiento de muchos tantísimas veces, nuevamente me transformaba en la pieza del rompecabezas que no encontraba su par. No podía comprender porque el destino lo había interceptado en mi camino ahora que todo comenzaba a ser tan estable y equilibrado en mi vida. Cuando cada pieza del tablero estaba en su lugar, y creía fehacientemente que no necesitaba de nadie para ser feliz.

Bastas imágenes corrieron por mi mente. Demasiados cambios extremos para un solo cuerpo. Brutales mutaciones radicales en este envase. Numerosos momentos de sacrificio y constancia para poder admitir lo que por fin ahora tanta gratificación me generaba. La imagen que el espejo me devolvía era lo que siempre había anhelado ser, pero que la propia naturaleza me había negado desde mi primer día de vida.

Nadar en contra de la marea, incesantemente. Continuar haciéndolo aún cuando ya casi no quedaban esperanzas. Con el simple objetivo de respetar una firme convicción de actuar acorde a como siempre había sentido. Cuestión que muchos no llegaban a entender, y él tampoco .Dormíamos pegados toda la noche, dos cuerpos que se transformaban en uno, sin la necesidad de confesar lo que sentíamos. Temiendo tal vez, que al decirlo se arruinara el conjuro de un vínculo apócrifo que solo coexistía en nuestro mundo íntimo de mentiras. Como si hacerse cargo y animarse a vivirlo plenamente hiciera morir todo aquello que bajo la mirada ajena no era normal. Supuse entonces que no hay peor consuelo que lo que nunca se lleva a cabo. Que cuando nos arriesgamos, podemos resbalar y lastimarnos, pero de eso se aprende. Sin embargo, lo que jamás será, arde en nuestros sueños hasta la muerte…

Cerró la puerta, haciendo desaparecer su anatomía, y quede en completa soledad, escuchando el ruido del ascensor. Con cada piso que descendía, una parte de mi corazón se iba quebrantando. Mirando el cielo raso y en completa mudez comprendí que cada acción conllevaba a una consecuencia. Jamás nadie me amaría del modo en que lo había ansiado desde siempre. Para la mirada masculina yo seria perpetuamente el “juguete” ideal que satisfaga sus deseos animales, aquella que mitigue su libido sexual. Y luego del acto, contemplarme desde lejos, como una de esas esculturas romanas que uno ni siquiera se aventura a tocar, a las que observa con tanto asombro, que no acaricia más que con los ojos.

Rompí en forma desesperada a buscarlo. Bajé las escaleras corriendo y salí a la vida llena de sol. Por un instante me sentí la más observada del vecindario, como “juguete” anormal en una vidriera repleta de público prejuicioso. Con mis ojos empapados y mi maquillaje completamente corrido dejando visualizar mi intenso bello facial. Sin peluca ni tacos. Sin collares ni pulseras. Simplemente mi corazón y yo.

El taxi ya se había marchado. Con mi dolor acuestas punzante en mi pecho, pensé en lo lindo que hubiera sido poder transformarme realmente en un “juguete”. Un objeto sin sentimientos, sin la capacidad de retener tanta angustia. Lleno de plástico, lleno de nada…

domingo, 1 de agosto de 2010

Sueños



Anoche soñé que te extrañaba, y me desperté llorando. Camino bordeando la delgada línea entre ficción y realidad. Me pregunto si caeré al precipicio. Como hacer para diferenciar lo que es de lo que no. Al dormir pareciera ser que mis manos te alcanzan, nuestros dedos se entremezclan, y mi corazón responde al igual que si estuviera despierto. Sin noción concreta de tiempo y espacio, las sabanas blancas rumbean al ritmo de la brisa nocturna, van envolviendo mi cuerpo que se desdibuja entre la repetición de continuas imágenes que no dejan de estremecerme.

Ojos con lágrimas, cielo tempestuoso. El tiempo establece una dualidad. Pasan las noches y te siento muy lejos, pero a la vez soy conciente de la cercania que nos une. El dolor se mantiene igual. Cómo hacer para creer en aquello que solo puedo ver con mis ojos cerrados, cómo saber si ese mundo que se funda delante de mi es completamente real. Te busco entre la textura de un aire efímero e indefinido, entre representaciones abstractas e imprecisas.

Sentidos apagados, percepciones activadas. Mis sueños abren la puerta hacia lo desconocido. Puedo tantear lo intangible, y junto a mi alma, dejar que las emociones fluyan hacia universos deshabitados. Busco tu sonrisa entre los campos floreados. Sigo de largo, hacia mares lejanos. Paso por constelaciones, planteas y estrellas. Recuerdos que rondan mi vida, retratos del pasado se hacen presentes. Lejos de permanecer quieto en una cama, viajo sin cronología de sueño en sueño. El dolor se mantiene igual.

Volver en sí es la peor parte de la historia. La pesadilla de abrir los ojos y escuchar los susurros de una luna maldita agarrotada en mi ventana, recordándome que sigo atrapado en este plano, en este mundo de cemento y deseos rotos. Nieve en mi piel, suspiros sin consuelos. Trato de resistir este despertar cruel, intentando no quebrarme. Angustia inconsolable. El sonido del silencio arraigado a mis sabanas, brutal y despiadado, me abraza y no me deja respirar. Cómplice perverso, que se vaya lejos de acá.

Anoche soñé que te extrañaba, y me desperté llorando. Camino bordeando la delgada línea entre ficción y realidad. Me pregunto si caeré al precipicio. Como hacer para diferenciar lo que es de lo que no...

El dolor se mantiene igual.

miércoles, 7 de julio de 2010

(Aunque duela) está bien


Ya no eres quien solía conocer. Quizás pretendí demasiado de tu amor empalagoso. Que iluso fui. No naciste para amar a nadie. Personaje siniestro de corazón de piedra. Tu piel huele a mentira. Cuantas palabras vacías salen de esa boca que tan bien sabe besar. Alma macabra que se encarga de causar dolor. Tus abrazos engañosos me hacían sentir protección, cuando todo alrededor tuyo era destrucción.

Tal vez esperé demasiado de este vinculo. No supiste hacerme sentir luz. Que tonto fui. Si eres un amante absolutamente oscuro. Te arrastras sobre los adoquines en las noches apagadas sin luna ni estrellas. Entre las sombras de aquellos sentimientos más involucionados. Tu piel sabe a desecho. Y tu mirada, igual a la de un ángel caído y malvado, delata quien eres realmente. Despliega tus alas y huye a tu propio infierno.

Chupaste mi sangre y te alimentaste de mi amor. Vampiro cruel. Ve y busca otro tonto a quien romperle el corazón en mil pedazos. Huye entre las nubes urbanas a aquel territorio sin lágrimas ni llantos, donde solo los espíritus malignos encuentran su comodidad. Donde el ardor del fuego te queme eternamente, y los gritos de auxilio no puedan llegar a ser escuchados por nadie.

Saca tus sucias pertenencias de aquí, y soporta el peso de tu propia cruz sin pretender que te tienda una mano. Tu pelo se entremezcla con el viento otoñal. Retira esa mirada podrida de mi vista. No quiero contagiarme. Tu amor es una fuente de energía negativa que por poco termina acabándome. Toma ese tren hacia el nunca más. Y déjalo caer abruptamente por los peldaños de aquella ilusión que alguna vez supimos construir.

Date la vuelta y márchate sin decir adiós. Vete tú y toda tu sarta de farsas. Pedir perdón es subestimar el significado de un sentimiento tan sensible como ese. No lo sigas arruinando. Y si alguna vez, por casualidad, vuelvo a aparecer entre tus espantosos pensamientos, procura eliminarlos rápidamente y dejarlos volar lejos hasta que se pierdan entre las constelaciones del cielo. Hazlo rápido. Fuera de aquí. Aunque duela, está bien.

domingo, 4 de julio de 2010

Mitad mujer mitad sombra


Cuando Francisca quiso prender la radio como cada día para escuchar su programa favorito de las 6 de la mañana, sintió el vacío mas que nunca. Cual droga venenosa que iba poco a poco recorriendo cada rincón de su cuerpo hasta envenenarlo por completo, las fichas comenzaron a caer nuevamente...

El aguja del dial clavado perfectamente debajo del 102. La ventana de la cocina entre abierta permitiendo la invasión de una brisa congelada sobre la hornalla de la pava para el mate. La caja colorida llena de bizcochos de grasa. El reloj de pared con dibujos de sabrosos tomates rojizos. Su blusa anaranjada húmeda secándose en el radiador caliente. Y el silencio, en el ambiente y en su interior.

Miró a su alrededor. La casa estaba diferente. Había demasiados espacios vacíos. Se sentó en la banqueta de madera, envolvió sus hombros con un poncho de lana tejido a mano, y succionó vivamente la bombilla con la intención de darle calor a su garganta. Mientras el parlante anunciaba la jornada mas fría del año.

Despacio y a ritmo lento tendió las sabanas de su cama. El colchón necesitaba ser cambiado urgentemente, el profundo desnivel del centro ya le provocaba dolores lumbares. Prendió el calefón, una vez que la llama estuvo en azul perfecto, abrió la llave de agua caliente, enjuagó la pava y algunos tenedores con restos de comida. Pensó en lo agradable que seria ver salir la luz del sol invernal entre las ramas secas de los árboles urbanos, pero con ella entre sus brazos...

La radio acompañaba con melodías italianas de pianos de cola. El plumero arrasaba sin piedad las telarañas que cada noche se formaban entre los estantes del modular de la televisión. Francisca odiaba los bichos de departamentos, y era obsesivamente dedicada a la limpieza de su casa. Ahora pasaba franela por los cuadros del hall. El mas lindo era el del Coliseo Romano. Las noticias de las 7.30 no eran para nada alentadoras. Choque en panamericana y otro recorte presupuestario en las jubilaciones. Rápidamente pensó que en su Italia querida, los viejos no eran tan maltratados como en estas tierras pampeanas. Si se hubiera quedado allá tal vez las cosas serian diferentes. Tal vez hubiera concretado varios sueños…

Tomó su rosario y empezó a rezar bolilla por bolilla. Con sus ojos cerrados, Francisca ponía toda su atención en sus hermanos y sobrinos. Pensó en la venta del departamento de su cuñada, y también pidió por el encargado del edificio donde vivía que debía ser operado de ulcera estomacal. A lo lejos, la radio anunciaba 3 grados bajo cero de sensación térmica. Ahora llegaba el momento mas intenso de su plegaria.

En el foro de su habitación, abstraída del mundo, y con el cristo entre sus dedos, la mujer comenzó concentradamente su descargo. Y la recordó. Veneró nuevamente la porcelana de su piel, sus ojos hondos ardiendo de pasión, la textura de su cabello ondulado cayendo sobre sus senos desnudos, y el intenso respirar que marcaba una perfecta conexión cada vez que sus almas se encontraban.

De mujer a mujer. Un lenguaje que solo algunas pocas llegaban a entender. El sentirse tocada correctamente. Esas manos que recorrían su cuerpo entero sin agresividad, con la fogosidad perfecta, conociendo cada estímulo, y encendiendo cada impulso en el momento indicado. La suavidad de las pieles de terciopelo chocando. Sudor con aroma a flor. Ardor entre las piernas. Ternura en cada susurro. Corazones latiendo juntos. Entendimiento sin la necesidad de hablar. Mutua complicidad. Y ese secreto que jamás debía ser revelado.

Como cada día Francisca cerraba sus ojos, y en una profunda experiencia religiosa la veía venir entre la gente. Con el sol y la luna en sus manos. Con la quietud de saberse amada correspondidamente. Tal era esa sensación que, por unos instantes el dolor parecía decantar. Sus labios rojo carmesí. La anatomía femenina perfecta. Su caminar sensual y mujeril. Una danza impecable, digna de ser admirada. Los lobos aullando en cada uno de sus pasos. Una yegua entre la multitud. Una bomba sexual.

Ambas se besan sin importar el alrededor. No hay más contexto, solo ellas dos. La gente se esfuma. Almas libres. Liberadas del obsoleto y separatista pensamiento ajeno. Cuando dos almas se encuentran, el envase da igual. Se abrazan, se llenan de luz, se hablan. Son confidentes. Mejores amigas. Y amantes.

A pesar de tantísimo tiempo, Francisca no la había olvidado aún. Cuando uno envejece los recuerdos se vuelven mas intensos, y mágicamente, el miedo se pierde. El prejuicio se escurre entre las cañerías de las miradas externas y la persona se vuelve más proclive a vivir como le place. Hay historias que llegan a nuestras vidas para cambiarnos radicalmente. Para escribirse y jamás ser borradas. Para soportar las tormentas más imperiosas y aterradoras. Para burlarse del olvido y persistir intactas, pese a los años. La de Francisca era una de esas historias. Y ella lo sabía perfectamente. Lo había respirado. Había llenado sus venas y pulmones con ese néctar que hoy se volvía droga venenosa en cada rincón de su cuerpo.

La última bolilla del rosario había llegado. Francisca contempló la pared de su dormitorio aguardando que sus plegarias quedasen en buenas manos. Inmóvil en la serenidad de la mañana invernal, la radio comentaba las opciones de un nuevo crédito hipotecario para jóvenes profesionales. Solo Dios sabe en que recoveco del planeta estará ella ahora. Con sus labios rojos carmesí, con su andar tan sensual, con su pelo al viento…

jueves, 1 de julio de 2010

La dulce bienvenida, el triste adiós


Es entendernos con tan solo mirarnos. Que sepas perfectamente lo que necesito en el momento indicado, sin indagar, sin preguntar. Es conocernos más que a nosotros mismos. Es la seguridad de saberme acompañado en la tibieza del alba. Comprender que todos los amaneceres que me resten por vivir serán de ese modo. Es susurrar palabras tiernas sobre mi almohada. Es conocerme. La seguridad y confianza que me entregan tus abrazos. Es sentir en su máxima expresión. Es el acierto de habernos permitido descubrirnos. Es el sol brillando en mi ventana y en mis flores. Es llorar emoción. Felicidad. Es sentir el universo estallando dentro de mi cuando te beso. Es sentirme vivo. Respirar aire puro. Volver a mi estado más inocente. Es agua pura fluyendo hacia un océano de sensaciones profundas. Es arriesgarme en cada paso que de. Es el paso correcto. Es ver como la luna me sonríe colgando en lo alto del paraíso. Es el aullido de los lobos que no me asusta. Es perder el miedo. Es la lluvia que purifica mi corazón luego de tanta sequía. Es el vuelo perfecto entre las nubes de un cielo celeste. Con palomas blancas a mí alrededor. Es el sabor de la certeza. Es la victoria. Es regocijo. Es querer dormir menos. Y vivir más. Es elevarme. Evolucionar. Los acordes amables de un piano que recita nuestra melodía. Es sentir mi alma en plenitud. Como si estuviera muerto. Como si estuviera vivo. La dulce bienvenida.






El ocaso. Es el crepúsculo. El asumir que este momento llegaría. Es la rutina. La no pasión. La erosión del paso del tiempo sobre nuestra historia. Es suciedad. Es no poder dilucidar que hay delante del camino. Es no querer recorrerlo más. Es tenebrosidad oscura en soledad. Es derribar todo lo construido. Pérdida. Es estar perdido. Es entrar en una profunda pesadilla. Escuchar ecos en la noche. Cadenas que se arrastran. Frío. Árboles sin hojas. Tormentas sin acuarelas. Es gritar y que nadie acuda. Otro cigarrillo. Es el humo impregnado en mi piel. Es sequía. Es horror. Es una pintura sin colores. Preguntas sin respuestas. Laberinto sin salida. Confusión. Emociones que entran en estado de putrefacción. El nido vacío. Recuerdos en mi habitación. Es el salto coartado. Sabanas de satén tiradas en el suelo. Es caos. Es una nueva mancha de llanto sobre mi ropaje. Es caminar sin un rumbo fijo. Es caminar por inercia. Sobrevivir. Es abrazarme al dolor. Una historia sin final. Cementerio de memorias. Heridas que no cicatrizan. Plegarias no pronunciadas. Es ceguera. Es pagar un precio caro. Es conformismo. Subirse a un tren oscuro que rueda entre las montañas sombrías de valles deshabitados. Es sentir mi alma en decadencia. Como si estuviera muerto. Como si estuviera vivo. El triste adiós.

viernes, 4 de junio de 2010

Queme tu fotografía


Lo que para mi era tan fácil de comprender, para vos era imposible. Perdimos el rumbo como pájaros ciegos buscando su bandada. Vos hacia el norte, yo hacia el sur. En la frialdad del crepúsculo invernal, por fin comprendo la distancia que nos aparta. Bajan mis defensas mientras observo cómo el azúcar se diluye entre las hierbas del te casero. Mis ojos danzando al movimiento de la cucharita que viene y va, en un ritual circular que pareciera no acabar. Y el aroma a boldo serrano emanando de la taza de porcelana me sensibiliza hasta hacerme caer una lágrima.

Ya no queda ninguna pertenencia tuya acá. Aire renovado, pero helado…

Tu figura en cada hueco de mi casa. Te veo pasar y desvanecerte entre las cortinas. El perfume de tu piel adosado a mis narices donde sea que vaya. Tu canción favorita en el parlante. El sonido de tu caminar tan particular me desespera…

Abstracciones perversas, ojala desaparezcan pronto…

El conjuro de un amor que jamás llegó a buen puerto. Un camino que intentamos recorrer juntos, pero terminó tornándose interminable. Una rosa en la adversidad que muere de tristeza. Y una película…nuestra película, que no presentó final feliz. Me quedo sentado contemplando el suelo sin noción del tiempo. El boldo se enfría en mis manos.

No siempre lo que queremos es lo que necesitamos en realidad…

Cuando las cosas salen del alma, van hacia el alma. Los besos no deben ser un compromiso, acrisolan demasiadas emociones. Si las miradas ya no se encuentran, no queda mucho por hacer. De rodillas frente al portarretratos, le tomo fuertemente la mano a la resignación. Y asumo que a partir de ahora mi vida muta considerablemente. Aprendo, entre otras cosas, a no volver a confiar en la eternidad. No estamos diseñados para pensar o sentir lo infinito. Lo que creía eterno, hoy solo era cómplice de algún que otro recuerdo placentero.

Fósforo en mano, las ganas de sacarte por siempre de acá. Y liberarme…

Quemo tu fotografía, el humo denso y oscuro se desvanece en el ambiente. Se va consumiendo…segundo a segundo… huele a infierno. Tu rostro devorado por las llamas potentes e infernales de un fuego rebelde que se apodera de cada detalle de la imagen. Los recuerdos también queman. Me quema el alma. Destellos de lo que fuimos alguna vez.

Silencio absoluto. Hacia mucho que necesitaba concebir el silencio…


El boldo esta congelado ya.

jueves, 27 de mayo de 2010

Prado de verano



Quisiera contarte una infidencia. Algo que muy poca gente sabe de mí. Quiero contártelo… Hay un prado de verano, donde suelo ir a jugar. Quisiera que vengas. El verde intenso y la verdadera verdad pasean en su silueta. Si vienes conmigo lo podrás comprobar. Te quitaría los zapatos y andaríamos descalzos para sentir la aspereza del pasto vivo. Y como un rompecabezas ideal, nuestros brazos abiertos encajarían perfectamente para convertirnos en una sola pieza.

Mis ropajes lucen mas coloridos que nunca. Y mi cabello en el sol se siente impecable. No más complejos. Quisiera que vengas. Bailaríamos dulces acordes debajo de un ancho y estrecho cielo celeste. Hasta perdernos en nuestras miradas. Luego podrías apoyar tu cabeza sobre mi pecho hasta dormirte. Yo te cuidaría mientras le rogaria al sol por un brillo interminable. Solo en ese entonces podría asegurarte que tendría todo lo que alguna vez anhele. La calidez y la quietud de sabernos en el paraíso.

Los niños cantan alrededor de las aves. Conocerías el horizonte. Aquella línea inalcanzable que une el paraíso con la tierra. Allí donde el sol sale, se esconde y los cielos cambian su tonalidad. Sentiríamos la brisa de un viento gentil sobre el vello de nuestros cuerpos acariciarnos tiernamente. Y el aroma del rocío sobre la tierra mojada. Quisiera que vengas.

Las flores son más bellas que en ningún otro lado. En perfecto equilibrio con tu sonrisa. Te regalaría el ramo más precioso. Quisiera que vengas. Las rosas no tienen espinas y los pétalos se abren con cada sonido de la naturaleza. Las abejas van por su néctar en una danza sin igual. Si creías conocerlo todo…déjame sorprenderte solo una vez. Hay un prado de verano, donde suelo ir a jugar. Quisiera que vengas. Quisiera que vengas.
Quisiera que vengas…

viernes, 9 de abril de 2010

Ser



Ver amanecer el sol en el horizonte desde la playa. Contar las estrellas que cuelgan en el cielo. Dormir boca arriba tirado en un prado. Ver atardecer desde algún valle perdido en el tiempo. Sentir el viento del mar acariciando mi cara. Dejar que la vida me despeine. Pararme en el edificio mas alto de la ciudad y observar todo desde arriba sintiéndome tan insignificante. Contemplar el silencio. Encontrarme en mis silencios. Descubrirme en mi intimidad. Abstraerme del trafico de la cuidad. Sonreír más seguido. Permitirme llorar. Usar sombreros. Vestir ropa colorida. Regar las plantas de mi balcón. Verlas crecer. Hablarles, ellas también escuchan. Esperar la primavera para verlas florecer. Andar en bicicleta. Por la cuidad burlando a los autos. Por el bosque respirando aire puro. Tomarme vacaciones. Caminar sin rumbo fijo. Dejarme llevar. No pensarlo demasiado. Mirarme en el espejo. Bienvenida alguna arruga. Disfrutar de un te caliente en pleno invierno. Ver llover desde mi ventana. Salir a correr bajo la lluvia. Mojarme. Dormir hasta tarde un domingo lluvioso y gris. Bailar como loco. Cantar a lo alto. Saltar de alegría. Deprimirme si así lo siento. Decir adiós. Odiar una nueva despedida. Tener fe. Escuchar música bien alto. Recordar la canción que me acompaño en aquella historia de amor. Ver como lo pájaros vuelan entre las copas de los árboles vacíos de otoño. Mirar como cae el sol en invierno. Tocar nieve. Tocar arena. Esperar por una buena noticia. Hablar por teléfono con amigos. Reunirme con ellos. Escucharlos más y reprocharles menos. Abrazar a los míos. Abrazarme a mi mismo. Soñar con pureza. Actuar con honestidad. Mirar a los ojos. Ver nacer a alguien. Ver morir también. Entender que nada dura para siempre. Hablar en voz alta. Hablarle a Dios. Creer que nos escucha. Pedir en mis plegarias. Pensar en los demás. Ayudar. Ser más solidario. Acariciar a mi mascota. Malcriar a los más chiquitos. Comprar regalos. Compartir mis cosas. Escribir. Tomarme mis tiempos. Atesorar recuerdos. Guardar fotos viejas. Sacarme fotos nuevas. Cambiar de peinado. Contar las estrellas que cuelgan en el cielo pero con alguien al lado. Pedir deseos. Volver a besar. Entregarme sin pensar en las consecuencias. Enamorarme. Sentir luz. Sentirme vivo. Sentirme muerto. Valorar lo que tengo. Alegrarme del logro ajeno. No desear el mal. Todo vuelve. Aprender a esperar. Tolerancia. Actuar acorde a como siento. Pelear por lo que pienso. Indignarme frente a la injusticia. Saber lo que es tener hambre. No prometer si no voy a cumplirlo. Seguir trabajando. Llegar lejos. Respetar los valores. Ganar plata. Poner una fundación. Comprarme una cabaña a orillas de un lago. Engordar. Comer más chocolate. Emborracharme alguna vez. Abrir mi mente. Ser libre como un ave. Contemplar el silencio pero con alguien al lado. Alegrarme. Enojarme. Saber perdonar. Aprender a salir ileso del daño ajeno. Usar reloj. Tirarlo cuando me canse de pender del tiempo. Cerrar mis ojos. Aprender a mirar más hacia adentro. Descubrir el lado interno de los demás. Contar un secreto. Confiar un secreto. Emocionarme por una canción. Dejarlo fluir. Dejarlo ser. Caminar descalzo. Leer más. Levantarme temprano. Acostarme bien tarde. Dedicar una canción. Sorprenderme. Dejar que la vida me sorprenda. Ver crecer a alguien. Potenciar el niño que vive dentro de mí. Ver triunfar a los míos. Aprender de mis fracasos. Usar perfumes bien dulces. Comer más dulces. Nadar desnudo. Aceptarme como soy. Ir a fiestas. Conocer mucha gente y sus historias. Viajar. Encontrar mi lugar en el mundo. Sentir el latido de mi corazón. Hacer una fogata con amigos. Buscar alguna estrella fugaz. Esperar el arco iris después de la tormenta. Contar sus colores. Maravillarme. Respirar profundo. Amarte. Llorarte. Ser quien soy verdaderamente. Dejar el mejor recuerdo en la gente. Reencontrarme con viejos amigos. Aceptar el paso del tiempo. Recordarte siempre. Aceptar los cambios. Ser desapegado. Tener coraje de decidir por mi propia cuenta. Saber decir que no. Saber decir que no mirando a los ojos. Entender que aquí solo estoy de paso. Dormir abrazados. Soñar despierto. Volver a enamorarme. Comprometerme. Tener palabra. Dejar partir. Dejarme ir. Irme en paz cuando me toque.

sábado, 13 de febrero de 2010

Mi verdadero hogar




Estoy yendo de regreso a mi verdadero hogar, modificando por completo la dirección en la que voy. Mi manera de ver el mundo esta cambiando su concepción. Luego de tantos años sin vernos, dudo si te reconoceré. ¿Seguirás siendo mi amigo?

Supe cuando te abandone que estaríamos un tiempo sin hablar. Yo me aleje dirigiéndome a mi excéntrico mundo colmado de egoísmo y superficilidad. No te interpusiste, me diste la libertad y el amor de dejarme por mi propia cuenta. Dios mío, realmente te extrañaba. Es triste vivir la vida sin tu sonrisa.

Estoy yendo de regreso a mi verdadero hogar, corriendo el riesgo de que muchos no me entiendan y se enojen. Tengo miedo…ha pasado tanto tiempo que me cuesta imaginar lo que pueda llegar a encontrar. No es difícil, solo tengo que intentar escuchar la percepción de mi corazón, cerrar mis ojos y dejarme llevar hacia donde soplan los vientos...

Todavía siento la lección que me diste, cuando vivía tan alejado. Rodeado de gente pero en soledad extrema. Sin un rumbo fijo, sin un pensamiento trascendental. Logré escuchar mi voz interior diciéndome que el morir injustamente fue parte de tu vida, y eso me partió en mil pedazos, y como un puñal, parece ahora atravesarme por completo. ¿Cómo es que no me di cuenta antes?

Estoy yendo de regreso a mi verdadero hogar, buscando una respuesta para mi alma, la única, la verdadera. Con el llanto sobre mi mejilla, tomo el camino hacia la luz. Si pudiste realizar el milagro de cambiar el agua por el vino, confío en que puedas hacer lo mismo con mis lágrimas. Tus brazos siempre han estado abiertos, Dios, prometo no apartarme nunca más. Estoy arrepentido pero absolutamente seguro de volver a vos, a mi verdadero hogar…

miércoles, 20 de enero de 2010

Permitido ilusionarse




Como siempre, solo. Con la atención puesta en quien sabe donde… La luces de la disco contrastando con la oscuridad, y el humo de cigarrillo impregnado en mis hombros, imposible no sentirlo. Parado a un costado de la barra, sintiéndome un verdadero extraño dentro de ese ambiente en el cual las miradas y el deseo chocan continuamente estableciendo una línea de seducción que todavía no logro incorporar. La gente bailando en multitud al son de la música, con movimientos bruscos y hasta exagerados, como si el baile fuera parte de un ritual que implicara una especie de liberación mágica. Todos recurren al mismo paso, haciendo una excelente apología de la impersonalidad. En seguida pienso que las personas que habitamos este mundo vestimos represión e instinto. Dos sensaciones tan opuestas que no logro comprender como pueden articularse dentro de un mismo cuerpo sin hacerlo estallar.

Un trago más, fuego que alimenta mi garganta. Se potencian las ganas de descargar mi libido sexual con un beso intenso. No importa mucho como se llame, o que edad tenga. Siento escalofrío. Comienzo a comprender de qué se trata todo esto. Ingreso al circuito. Ya no hay mas personas, la imagen se desvirtúa. Son solo bocas, torsos y cinturas que quiero tocar, que necesito rozar y acariciar. Pasan por entre mis piernas, van y vienen de un lado a otro. Todos buscando lo mismo, ese néctar que te conecta con la parte más sagrada de la pasión, y que hace que la sangre fluya por todo el cuerpo hasta hacerlo estremecer. Soy uno más de ellos ahora.

Me empapo de tanta música. Mi cuerpo se mueve como si nadie estuviera alrededor. La noche es mi aliada. Tantas sensaciones pasan por la retina de mis ojos como si fuera una película. Levanto los brazos y puedo alcanzar lo que quiero. Giro la cabeza, entre todas las miradas que me rodean y me invaden, algunas tristes, otras intimidantes, por fin encuentro la mirada que sacia mi piel y acelera mi pulso cardíaco…

Tan profunda como el océano y penetrante como un dardo en medio de mi pecho, acudí a ese llamado sin dudar. Taquicardia. Un destello en mi interior. Por fin tus ojos y los míos, colapsan. Todo lo que hay alrededor simplemente, se esfuma. Solo quedan nuestras miradas bailando al filo de la noche, reflejando aquellas emociones que tanto cuesta explicitar, inclusive las encubiertas en el recoveco más profundo de nuestro ser.

Ahora que te veo, entiendo todo. Comprendo que hay una fuerza mayor que establece que las personas estemos en el lugar y en el momento indicado siempre, aunque a veces cueste tanto esfuerzo creerlo. No hables si me fundo en tu boca, por favor…

Luces robóticas que cegan, escalones fosforescentes que indican el camino, dinámicos parlantes emitiendo las melodías que no paran de rebotar en nuestros oídos, jarras de cerveza que invitan a la extroversión en la cual todo vale, perfume en el aire que potencia las hormonas, y escotes y músculos que insinúan excesivo encanto. Los condimentos ideales para una noche como esta, donde todo pareciera estar permitido, inclusive ilusionarse.

domingo, 17 de enero de 2010

El señor de las estrellas





Las tres de la mañana en verano no es lo mismo que en invierno. Cuando el clima es caluroso y húmedo, pareciera ser que el cielo esta más cercano a las personas. Y por ende las estrellas. Una atmosfera de alegría se percibe en el aire pegajoso…más aun cuando uno tiene la posibilidad de mirar todo desde tan arriba, pensaba Don Genaro mientras muy cautelosamente acomodaba el visor de su telescopio en dirección noreste.

La copa de los árboles verdes, frondosos y fuertes marchando al son del ritmo suave pero preciso del aire veraniego. El color del cielo en sus diversos tonos azulados sobre el asfalto ardiente en la quietud del silencio nocturno, y el reflejo de la luz de la luna arropando el descanso bien merecido de los edificios luego de haber soportado otra sacrificada jornada de penetrante e intenso calor de la cuidad en pleno enero.

Otra pitada de cigarrillo importado a la boca de Genaro, y un sorbo de vino blanco bien helado para salar el paladar. El condimento perfecto para una noche que parecería ser bastante prometedora. Décimo octavo piso del edificio más alto del barrio, cielo absolutamente despejado, nadie alrededor, y la coordenada horaria indicada. Era, tan solo cuestión de extender las manos poco más de lo normal, y uno podía tener la sensación de tocar las estrellas con la yema de los dedos, como pocas veces sucedía.

En el barrio los llamaban “el loco de las estrellas”. Se entretenía todo el tiempo mirando hacia arriba, inclusive durante el día, como si estuviera buscando algo. Con su andar apacible y sereno, se paseaba por las calles del vecindario mirando a lo alto, con un cierto deje de melancolía en el brillo de sus ojos. Iba y venia de un lado al otro, con su soledad a cuestas, y abstraído por completo de la realidad.

Mientras el constante tic-tac del reloj francés amagaba con interrumpir la concentración del anciano, el calor comenzaba a hacerse sentir con intensidad sobre su frente. Otra gota más de transpiración que cae al suelo. Otra estrella más que Genaro descartaba. Ya había pasado casi una década desde que su amada esposa había decidido partir, pero el hombre insistía con poder ubicar la estrella que la albergaba. Sabia que era como buscar una aguja en un pajar, aunque jamás desistía en sus continuos intentos. Se había trasformado en su obsesión. Para lo único que viviría sería para hallar de una vez por todas, ese astro alejado en la enormidad del cielo, donde su amor lo aguardaba en silencio y paz.

Y nuevamente la repetición de aquella fotografía de su adorable infancia se le venía a la mente. La imagen de su padre, días antes de morir, recordándole que lo cuidaría eternamente desde la estrella más luminosa. Nunca olvidaría aquel relato. Todavía podía escuchar el tono grave de aquella voz debilitada por los medicamentos: “Te preguntarás porque hay tantas…pero cada una de las estrellas, hijo mío, representa el hogar de aquellos seres amados a los cuales les ha llegado la hora de partir de esta vida cruel. Solo es cuestión de sentirlo, mirar hacia arriba y ver en cual de todas reposan. Cada persona que fallece es una nueva estrella danzando alrededor de la luna. Por esa razón, el imperio celestial es sagrado e inmenso, nunca lo ignores...”.

Aquel sábado, luego del entierro, Genarito se encerró en el altillo, y esperó pegado a la ventana, en puntitas de pie, que con la caída del sol su padre lo saludara desde su nuevo hogar. Pasaron los años y la búsqueda aun continuaba…

Su único compañero era el telescopio ahora. Era el barco que le permitía naufragar en la profundidad del cielo. Cada noche un nuevo encuentro místico. Con el objetivo de lograr entenderlo, descifrarlo.





Ni bien los primeros rayos de sol amenazaron con desdibujar la silueta estrellada del cielo nocturno, Genaro se recostó con la esperanza de que la próxima noche fuera más alentadora. Con el torso descubierto y el ventilador de techo dándole una pizca de alivio a semejante temperatura, hizo una respiración profunda y cerró los ojos nuevamente.

Las 6 .15 horas. La luz de la mañana penetra entre las ranuras de la persiana americana del dormitorio. Un cielo lila se abre en el horizonte, algunas nubes rebeldes a lo lejos, las primeras bandadas de pájaros entre los cables de los postes de luz, y por supuesto, ya ninguna estrella en el cielo. Los muertos duermen. Don Genaro también.