sábado, 24 de diciembre de 2011

Campanadas en la distancia



La nieve espesa sobre el herbaje. Los árboles cubiertos de blanco. Todos durmiendo en aquel recinto, menos el pequeño Jesús, quién acurrucado entre las mantas de lana coloridas, contemplaba el color cambiante del fuego quemando con ira los troncos de la chimenea. El viento furioso golpeaba con la solidez de un torbellino rebelde en pleno invierno. Hacía crujir en forma recurrente las maderas de aquel precario rancho campestre perdido en las laderas del Valle del Sur. Entre madera y madera, algunos orificios autorizaban el paso de algún que otro airecillo indócil al interior de la vivienda. Y los huecos del techo de hojalata permitían divisar como un cielo impetuoso abrigaba aquel paisaje lleno de blancura, lleno de paz.

El pequeño, abrazado a su conejo, inhalaba el calor llameante y disfrutaba del pacifico silencio que aquella velada le regalaba. Cerca del fuego, sus ropajes reposando sobre una soga, bailando al son del calor,  una olla hirviendo un par de huevos duros y un pedazo de pan dorándose cerca de las llamas. Su cena estaría lista en breve. Hoy había tenido demasiado trabajo. Desde peinar a los burros, secar y proteger del frío la alfalfa de los caballos, hasta remover la nieve del sendero. A pesar de estar dentro del cuerpo de un niñito, Jesús hacía las tareas complicadas y forzosas que cualquier hombre debía hacer. Desde que su padre había enfermado con gravedad, su legado era mantener el orden del campo y los animales, así como también ayudar a sus hermanitos con las tareas del hogar.

Se quedó embelesado con una estrella, la más brillante del cielo. Erguida en el centro del cosmos, ese lucero era especial. Nunca antes había visto uno tan grande y resplandeciente. Inmediatamente pensó que tal vez algo importante estaba a punto de ocurrir en el mundo. Antes de morir, su mamá le contaba cuentos sobre ángeles y hadas que vivían en el firmamento, que velaban por nosotros y que brillaban cada vez que estaban felices. Recordó su sonrisa sanadora y el aroma de su piel, y sus ojitos comenzaron a mojarse. Paradito descalzo frente a la ventana, pidió su deseo.

Con la sana ambición que solo los corazones puros pueden tener, le rogó al cielo que su padre pudiera recuperarse, y así poder volver a compartir tantas cosas con él. Correr entre las flores del prado durante la primavera. Esperar el arco iris después de cada tormenta. Salir por el bosque a recolectar moras. Recoger las hierbas frescas de la huerta  Y volver a sentir su abrazo protector.

En su interior pudo sentir el extraño repiqueteo de unas campanadas. Sonaban incesantemente, y con cada latido, el zumbido se acrecentaba. Dejó entonces, que su pedido volara alto hacia esa fascinante estrella llena de luz. Decidió que aquel astro radiante se convertiría en su guía. El viento fue mermando y el frío aplacándose. Sintió un calor blando y afable rodear su cuerpecito. Y se quedó dormido entre sus lanas, pegadito a la ventana, y con una sonrisa esperanzadora. Se sintió tan en paz que deseó que alguien más en el mundo, al apreciar aquella estrella celestial, pudiera percibir como él.



Miles y miles de kilómetros lejos de donde vivía Jesús, en tierras áridas, y secas, un matrimonio a punto de dar a luz caminaba a paso de hombre hacia Belén. Las altas temperaturas y la falta de agua dificultaban el andar. La mujer, María hacía un gran esfuerzo en su respiración para llegar a tiempo, mientras un viejo burrito la trasladaba. La noche era intensa y el camino desolado. Su marido calidamente acariciaba su panza y le convidaba agua fresca de una vasija de barro. Sus miradas, tiernas y penetrantes se acompañaban en el impreciso avanzar. Los pies se movían por inercia y el agotamiento cada vez era más intenso. Solo tierra y piedras en el camino. Y el perenne caminar hacia una cuidad devastada por el calor. Juntos rezaban por una señal. Una garantía de que iban por buen rumbo.


Repentinamente el cielo se iluminó. Tanto María como su esposo quedaron cautivados por aquella luz, siguieron su brillo sin poder sacar su mirada del cielo. Escucharon campanadas en sus corazones y entendieron que todo estaría bien. Que aquel niño que en breve irrumpiría en este mundo, nacería con el augurio de aquel astro maravilloso alumbrando el cielo y marcándoles el camino.

Ambos pensaron en un nombre… y el primero que se les vino a la mente fue Jesús. No entendieron el motivo, fue solo una corazonada. Pero se dejaron llevar. Continuaron tomados de la mano con ritmo lento pero fiel. Hacia donde la estrella mágica les avisara la cercanía de Belén.


10 comentarios:

  1. Holaaaaaaaaaa! tommy!!!!!! me encanto tu flog! soy Ariel, nos encontramos en el aeropuerto de Londres en Junio te acordas?

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  2. sos hermoso :) me encantas , me encantaria algun dia poder conocerte besos

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  3. exelente el texto todo con un toque biblico.me encanto tomy-¡lo mejor en el blog.besitos

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  4. muy buena seleccion para la ocasion.
    ROXRIC

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  5. TUS DOTES DE ESCRITOR SON SUBLIMES!!!; ME ENCANTA: BESOS

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  6. Muy bueno Tommy!!!! Lindo para usar con los chicos en la época de Navidad!!!! Sos un grosso!!!! Felicitaciones!!!!!

    PERICO.-

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  7. Me encantó Tomi!!!!! Wow!! Sublime!

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  8. escribis muy bien felicitaciones !abrazos

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  9. Tomy, hermoso texto. Emociona. Una pena no haberlo leído antes, para una fecha más alegórica. Sos un genio, muy buen nivel de escritura. Seguí, que queremos leerte. Abrazo grande

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