miércoles, 7 de julio de 2010

(Aunque duela) está bien


Ya no eres quien solía conocer. Quizás pretendí demasiado de tu amor empalagoso. Que iluso fui. No naciste para amar a nadie. Personaje siniestro de corazón de piedra. Tu piel huele a mentira. Cuantas palabras vacías salen de esa boca que tan bien sabe besar. Alma macabra que se encarga de causar dolor. Tus abrazos engañosos me hacían sentir protección, cuando todo alrededor tuyo era destrucción.

Tal vez esperé demasiado de este vinculo. No supiste hacerme sentir luz. Que tonto fui. Si eres un amante absolutamente oscuro. Te arrastras sobre los adoquines en las noches apagadas sin luna ni estrellas. Entre las sombras de aquellos sentimientos más involucionados. Tu piel sabe a desecho. Y tu mirada, igual a la de un ángel caído y malvado, delata quien eres realmente. Despliega tus alas y huye a tu propio infierno.

Chupaste mi sangre y te alimentaste de mi amor. Vampiro cruel. Ve y busca otro tonto a quien romperle el corazón en mil pedazos. Huye entre las nubes urbanas a aquel territorio sin lágrimas ni llantos, donde solo los espíritus malignos encuentran su comodidad. Donde el ardor del fuego te queme eternamente, y los gritos de auxilio no puedan llegar a ser escuchados por nadie.

Saca tus sucias pertenencias de aquí, y soporta el peso de tu propia cruz sin pretender que te tienda una mano. Tu pelo se entremezcla con el viento otoñal. Retira esa mirada podrida de mi vista. No quiero contagiarme. Tu amor es una fuente de energía negativa que por poco termina acabándome. Toma ese tren hacia el nunca más. Y déjalo caer abruptamente por los peldaños de aquella ilusión que alguna vez supimos construir.

Date la vuelta y márchate sin decir adiós. Vete tú y toda tu sarta de farsas. Pedir perdón es subestimar el significado de un sentimiento tan sensible como ese. No lo sigas arruinando. Y si alguna vez, por casualidad, vuelvo a aparecer entre tus espantosos pensamientos, procura eliminarlos rápidamente y dejarlos volar lejos hasta que se pierdan entre las constelaciones del cielo. Hazlo rápido. Fuera de aquí. Aunque duela, está bien.

domingo, 4 de julio de 2010

Mitad mujer mitad sombra


Cuando Francisca quiso prender la radio como cada día para escuchar su programa favorito de las 6 de la mañana, sintió el vacío mas que nunca. Cual droga venenosa que iba poco a poco recorriendo cada rincón de su cuerpo hasta envenenarlo por completo, las fichas comenzaron a caer nuevamente...

El aguja del dial clavado perfectamente debajo del 102. La ventana de la cocina entre abierta permitiendo la invasión de una brisa congelada sobre la hornalla de la pava para el mate. La caja colorida llena de bizcochos de grasa. El reloj de pared con dibujos de sabrosos tomates rojizos. Su blusa anaranjada húmeda secándose en el radiador caliente. Y el silencio, en el ambiente y en su interior.

Miró a su alrededor. La casa estaba diferente. Había demasiados espacios vacíos. Se sentó en la banqueta de madera, envolvió sus hombros con un poncho de lana tejido a mano, y succionó vivamente la bombilla con la intención de darle calor a su garganta. Mientras el parlante anunciaba la jornada mas fría del año.

Despacio y a ritmo lento tendió las sabanas de su cama. El colchón necesitaba ser cambiado urgentemente, el profundo desnivel del centro ya le provocaba dolores lumbares. Prendió el calefón, una vez que la llama estuvo en azul perfecto, abrió la llave de agua caliente, enjuagó la pava y algunos tenedores con restos de comida. Pensó en lo agradable que seria ver salir la luz del sol invernal entre las ramas secas de los árboles urbanos, pero con ella entre sus brazos...

La radio acompañaba con melodías italianas de pianos de cola. El plumero arrasaba sin piedad las telarañas que cada noche se formaban entre los estantes del modular de la televisión. Francisca odiaba los bichos de departamentos, y era obsesivamente dedicada a la limpieza de su casa. Ahora pasaba franela por los cuadros del hall. El mas lindo era el del Coliseo Romano. Las noticias de las 7.30 no eran para nada alentadoras. Choque en panamericana y otro recorte presupuestario en las jubilaciones. Rápidamente pensó que en su Italia querida, los viejos no eran tan maltratados como en estas tierras pampeanas. Si se hubiera quedado allá tal vez las cosas serian diferentes. Tal vez hubiera concretado varios sueños…

Tomó su rosario y empezó a rezar bolilla por bolilla. Con sus ojos cerrados, Francisca ponía toda su atención en sus hermanos y sobrinos. Pensó en la venta del departamento de su cuñada, y también pidió por el encargado del edificio donde vivía que debía ser operado de ulcera estomacal. A lo lejos, la radio anunciaba 3 grados bajo cero de sensación térmica. Ahora llegaba el momento mas intenso de su plegaria.

En el foro de su habitación, abstraída del mundo, y con el cristo entre sus dedos, la mujer comenzó concentradamente su descargo. Y la recordó. Veneró nuevamente la porcelana de su piel, sus ojos hondos ardiendo de pasión, la textura de su cabello ondulado cayendo sobre sus senos desnudos, y el intenso respirar que marcaba una perfecta conexión cada vez que sus almas se encontraban.

De mujer a mujer. Un lenguaje que solo algunas pocas llegaban a entender. El sentirse tocada correctamente. Esas manos que recorrían su cuerpo entero sin agresividad, con la fogosidad perfecta, conociendo cada estímulo, y encendiendo cada impulso en el momento indicado. La suavidad de las pieles de terciopelo chocando. Sudor con aroma a flor. Ardor entre las piernas. Ternura en cada susurro. Corazones latiendo juntos. Entendimiento sin la necesidad de hablar. Mutua complicidad. Y ese secreto que jamás debía ser revelado.

Como cada día Francisca cerraba sus ojos, y en una profunda experiencia religiosa la veía venir entre la gente. Con el sol y la luna en sus manos. Con la quietud de saberse amada correspondidamente. Tal era esa sensación que, por unos instantes el dolor parecía decantar. Sus labios rojo carmesí. La anatomía femenina perfecta. Su caminar sensual y mujeril. Una danza impecable, digna de ser admirada. Los lobos aullando en cada uno de sus pasos. Una yegua entre la multitud. Una bomba sexual.

Ambas se besan sin importar el alrededor. No hay más contexto, solo ellas dos. La gente se esfuma. Almas libres. Liberadas del obsoleto y separatista pensamiento ajeno. Cuando dos almas se encuentran, el envase da igual. Se abrazan, se llenan de luz, se hablan. Son confidentes. Mejores amigas. Y amantes.

A pesar de tantísimo tiempo, Francisca no la había olvidado aún. Cuando uno envejece los recuerdos se vuelven mas intensos, y mágicamente, el miedo se pierde. El prejuicio se escurre entre las cañerías de las miradas externas y la persona se vuelve más proclive a vivir como le place. Hay historias que llegan a nuestras vidas para cambiarnos radicalmente. Para escribirse y jamás ser borradas. Para soportar las tormentas más imperiosas y aterradoras. Para burlarse del olvido y persistir intactas, pese a los años. La de Francisca era una de esas historias. Y ella lo sabía perfectamente. Lo había respirado. Había llenado sus venas y pulmones con ese néctar que hoy se volvía droga venenosa en cada rincón de su cuerpo.

La última bolilla del rosario había llegado. Francisca contempló la pared de su dormitorio aguardando que sus plegarias quedasen en buenas manos. Inmóvil en la serenidad de la mañana invernal, la radio comentaba las opciones de un nuevo crédito hipotecario para jóvenes profesionales. Solo Dios sabe en que recoveco del planeta estará ella ahora. Con sus labios rojos carmesí, con su andar tan sensual, con su pelo al viento…

jueves, 1 de julio de 2010

La dulce bienvenida, el triste adiós


Es entendernos con tan solo mirarnos. Que sepas perfectamente lo que necesito en el momento indicado, sin indagar, sin preguntar. Es conocernos más que a nosotros mismos. Es la seguridad de saberme acompañado en la tibieza del alba. Comprender que todos los amaneceres que me resten por vivir serán de ese modo. Es susurrar palabras tiernas sobre mi almohada. Es conocerme. La seguridad y confianza que me entregan tus abrazos. Es sentir en su máxima expresión. Es el acierto de habernos permitido descubrirnos. Es el sol brillando en mi ventana y en mis flores. Es llorar emoción. Felicidad. Es sentir el universo estallando dentro de mi cuando te beso. Es sentirme vivo. Respirar aire puro. Volver a mi estado más inocente. Es agua pura fluyendo hacia un océano de sensaciones profundas. Es arriesgarme en cada paso que de. Es el paso correcto. Es ver como la luna me sonríe colgando en lo alto del paraíso. Es el aullido de los lobos que no me asusta. Es perder el miedo. Es la lluvia que purifica mi corazón luego de tanta sequía. Es el vuelo perfecto entre las nubes de un cielo celeste. Con palomas blancas a mí alrededor. Es el sabor de la certeza. Es la victoria. Es regocijo. Es querer dormir menos. Y vivir más. Es elevarme. Evolucionar. Los acordes amables de un piano que recita nuestra melodía. Es sentir mi alma en plenitud. Como si estuviera muerto. Como si estuviera vivo. La dulce bienvenida.






El ocaso. Es el crepúsculo. El asumir que este momento llegaría. Es la rutina. La no pasión. La erosión del paso del tiempo sobre nuestra historia. Es suciedad. Es no poder dilucidar que hay delante del camino. Es no querer recorrerlo más. Es tenebrosidad oscura en soledad. Es derribar todo lo construido. Pérdida. Es estar perdido. Es entrar en una profunda pesadilla. Escuchar ecos en la noche. Cadenas que se arrastran. Frío. Árboles sin hojas. Tormentas sin acuarelas. Es gritar y que nadie acuda. Otro cigarrillo. Es el humo impregnado en mi piel. Es sequía. Es horror. Es una pintura sin colores. Preguntas sin respuestas. Laberinto sin salida. Confusión. Emociones que entran en estado de putrefacción. El nido vacío. Recuerdos en mi habitación. Es el salto coartado. Sabanas de satén tiradas en el suelo. Es caos. Es una nueva mancha de llanto sobre mi ropaje. Es caminar sin un rumbo fijo. Es caminar por inercia. Sobrevivir. Es abrazarme al dolor. Una historia sin final. Cementerio de memorias. Heridas que no cicatrizan. Plegarias no pronunciadas. Es ceguera. Es pagar un precio caro. Es conformismo. Subirse a un tren oscuro que rueda entre las montañas sombrías de valles deshabitados. Es sentir mi alma en decadencia. Como si estuviera muerto. Como si estuviera vivo. El triste adiós.