domingo, 6 de diciembre de 2009

Mama

Este cuerpo que en algún momento supo como darme la vida, yace agonizando en una cama de sanatorio. Y con cada uno de tus suspiros agudos al respirar siento que cada vez falta menos. Lo peor de todo es que no puedo hacer nada. Parado inmóvil acaricio tu mano y siento la textura de tu piel, tan suave como la porcelana. Entiendo que tengo que dejarte ir. Debo dejar partir a esa persona que me amó incondicionalmente como nadie pudo hacerlo, sin barreras, sin obstáculos. A esa señora que ha pasado noches enteras de desvelo rogándole a Dios por mi felicidad. A aquella mujer que podía llegar a entenderme sin juzgarme con solo contemplarme desde lejos, sin invasión.

Me quedo observando tus ojitos entreabiertos, puros e inocentes como los de una nena. Danzan yendo de un lado para otro. Se esconden de la oscuridad. Se abren con la luz del sol que entra por la ventana. Estás tan indefensa que te cuidaría toda mi vida. No importa mi destino, ni mis sueños, tampoco mis anhelos. Para siempre soy todo tuyo. No encuentro la manera de aliviar tu dolor. Me siento impotente e inútil a la vez. Maldigo. Aún sin poder entender cómo fue que llegamos hasta esta instancia. Te susurro al oído que si alguna vez te sentiste desprotegida, ahora estoy junto a vos para que no vuelvas a conocer esa sensación. Por fuera soy inmutable. Cierro mis ojos y en ese viaje hacia la introspección descubro que jamás había estado tan desequilibrado y confundido. Viajo en el tiempo...
Hace frío y es de noche. Soy un pequeño asustado por la oscuridad. Mis piecitos no llegan al borde de la cama. Tengo un pijama de rombos azules y el reloj de superman. Pienso en vos. Ahora puedo ver nítidamente tu rostro sonreír y acariciarme. Que alivio. Ya no hay miedo ni dolor en las penumbras...
Hoy es sábado y estamos en el campo. Se respira aire puro y aroma a pasto recién mojado por la lluvia. Me caigo de la bicicleta y me sangra la rodilla. Rompo en llanto pero enseguida acudís a mi llamado. Se graba en la retina de mis ojos tu sonrisa sanadora. Tu abrazo profundo y sincero. Ya no hay mas sangre. Me alejo volando alto entre los árboles del prado floreado y un cielo lleno de aves coloridas que me acompañan...
Llego a nuestro departamento y te escucho gritar con un hombre. Esa persona te lastimó fuerte, y todo lo que te duele a vos, también me angustia a mí. Me interpongo con la rebeldia de un adolescente enfurecido. Ahora soy yo el que te contiene fuertemente y te aleja de esa situación. Llorás entre mis brazos y te digo que todo va a estar bien…

El aroma a encierro y el ruido de la bomba de morfina me hacen volver en si. El mundo de afuera sigue como si nada, pero mi existencia esta cambiando como nunca. Dudo de todo en esta vida material, pero tengo la certeza y creo vehemente que ese vínculo entre nosotros jamás se destruirá. No es una mera casualidad que nuestras almas se hayan encontrado.

Son tus últimos días de vida en esta tierra y tengo la dicha de estar pegado a vos con una fortaleza inimaginable. Será que me la transmitís vos. Aprecio tu valentía. Sos la mujer más fuerte del mundo. Jamás un titubeo, jamás un reproche. Tal vez la vida me quiera modificar a los golpes. Te beso la frente. Puedo sentir el olor que emana de tu piel. Si tuviera la capacidad de hacer algo para que dejes de temblar. Prometo ser cada día mejor persona. Tengo tanto que aprender de vos. Nuestro destino se ha convertido en un reloj a contratiempo. Pone a prueba nuestro amor. Quiere distanciarnos. Destino perverso. Destino funesto. Destino ignorante. Que poco sabe sobre nosotros.




Hoy ya sos un ángel. Estas tatuada en cada átomo de mi ser. Le sacamos la lengua a la muerte. Nos burlamos del destino. Estas en cada nube alta en el firmamento, en cada flor que abre sus pétalos a los rayos del sol, siento tu presencia en el aire que respiro. Pegada a mí. He aprendido de qué se trata vivir. He aprendido de qué se trata morir. Me sacaste el antifaz. Puedo ver el mundo en verdad ahora. Estoy en eje, más fuerte que nunca. Absolutamente convencido que cuando me llegue la hora, vas a estar ahí, elegante, sonriente y llena de luz, con tus brazos abiertos de par en par. Me falta todavía un largo trecho que transitar. No estoy solo. Sos mi motor.

Cierro tus ojitos en el silencioso llamado de la despedida. Me elegiste a mí al momento de tu partida. Confiaste en mí. Te dejaste ir entre mis brazos. Me demostraste que puedo. Y pude. Paradójico pero real, vos me ayudaste a nacer, y yo te ayude a morir. Gracias madre mía.

Solo te diré, HASTA LUEGO…