domingo, 21 de abril de 2013

Yo





Una vez cuando era chiquito me perdí. Me encontraron dos horas después en Haedo merendando con dos señoras mayores. Mamá casi se infarta. Yo, tranquilo como si nada hubiera pasado. Jamás entendí porque un matrimonio tiene que compartir la habitación, el baño, la cama. Las casas deberían tener un espacio para cada uno, a pesar de estar casados. La mayoría de las veces, el espejo no refleja lo que quiero ver. Y muchas otras tantas, lo que creo ser. Sigo siendo muy auditivo, la música tiene la capacidad de transportarme y hacerme explorar hasta mis grietas más íntimas. Recuerdo una pelea fuerte de mis padres hace mucho tiempo. Se dijeron de todo. Se faltaron tanto el respeto. En ese entonces entendí lo que no quería para mí. Puedo sentir el perfume de mi nona y la textura de su mano suave y afable. Ha sido uno de los báculos de mi vida sin duda. Amaba escuchar sus historias, me recordaban de donde vengo. Siempre consideré que tendría que haber vivido en otra época. No he encontrado mi lugar en el mundo aún. Se que una ciudad no es. Quizás solo un árbol, rodeado de un inmenso océano verde, y el viento gentil sobre mi nariz. Siempre odie las alturas, pero contrariamente en mis sueños más profundos vuelo por sobre la gente, alto, muy alto. Miro todo desde arriba. Siento adrenalina, puedo despegarme de todo lo que me ata. Pocas veces logro ser yo. Creo que prácticamente nadie me conoce en realidad. He perdido la capacidad de llorar, aunque no de conmoverme. Las campanas replican fuerte dentro de mí. Más pasa el tiempo, más solitario me vuelvo. Amo dormir, me mantiene a salvo. En mi rodilla tengo la cicatriz de cuando me caí de la bicicleta. Con el tiempo logre negociar con el invierno de modo tal que lo disfruto demasiado. Pero el otoño acompaña mi melancolía. Una vez intente hacer terapia. Me duró dos días. Lloré tanto que me cuestioné si realmente tanto sufrimiento valía la pena. Cada día tengo menos ego. Gratamente. Cada día soporto menos el ego en los demás. Soy conciente de mis virtudes, y de mis limitaciones. Eso me hace estar muy en eje. Soy susceptible a la mirada ajena. Sobre todo si es dañina. Me gusta la mañana pero disfruto la noche. Es introspectiva. Por algo nací de noche. Hay años de mi vida que he suprimido. Personas también. Debería ser menos rencoroso. Pero prefiero bien lejos a la gente que me lastimó gratuitamente. Jamás me enamoré, intuyo que fue solo obsesión. Fue kármico. Hubo un antes y después. Pero si tuve mi canción de amor. La primera vez que escuche “Anyone” de Roxette supe que me marcaría. Amo caminar mientras escucho música, es catártico para mí. En los recuerdos más dulces de mi vida siempre están mi Madre y mi Nona. Es mágico saber que las dos mujeres mas tiernas del mundo fueron parte de mi historia. Si tuviera que escribir un libro sobre mis días, solo algunos lo entenderían. Conocí la muerte una vez. Quedé absorto. Supongo que la próxima vez podré pactar con ella. Tengo pocos miedos. Uno de ellos es el miedo a corromperme. A dejar de pensar en los demás.  Todos creemos ya tener ganado un lugar en el cielo. No lo suscribo. No me gusta hablar mucho de mi trabajo. No me gusta que me pregunten. Nadie me llega en absoluto. A los 12 me atropelló un auto, yo venía del kiosco, ni un raspón. Jesús me cuidó. Creo vehemente en su compañía. Cuando le pedí, me escucho. Espero poder retribuírselo.  Antes odiaba mi lunar en la mejilla izquierda, hoy no me molesta. Tengo poquísimos amigos. Entre ellos Cecilia. Ella si me entiende. Ni la distancia nos separa. Si tuviera buena voz, me la pasaría cantando. Una vez cante en un Pub, ante más de 60 personas. Dijeron que afinaba muy bien. La parte más linda del día es cuando llego a casa. No me veo llegando a muy viejo. Pero no me voy a morir antes de concretar mis pretensiones. Desearía controlar mis impulsos, pero la injusticia me supera. El tiempo pasa rápido. La vida no se elije, se vive. Mis nervios repercuten en mi estómago, todo va a mi panza. Jamás me operaron. Toco madera. Detesto las clínicas, sanatorios y hospitales. Soy locuaz. Pero me cuesta poner en palabras el caudal de mis emociones. Soy muchos dentro de mí. Creo que siempre sale el mejor de todos. La mejor versión. Estoy entendiendo que las palabras dejan fisuras difíciles de sanar. Hay personas que no volveré a ver.  No quiero volver a dañar a nadie. Cuando apago la luz, soy yo. Que curioso encontrarme en la oscuridad. Si la muerte es oscuridad, ¿me veré integramente cuando muera?...